Gastronomía

Situado en la confluencia de los caminos que conducen a la India, China y Oceanía, Tailandia ha adaptado técnicas culinarias e ingredientes de esas tres grandes esferas de influencia. Variedad de platos picantes y condimentados, sazonados con mucho ajo, chiles y guindillas. Se suele añadir salsas y hierbas para que aporte un matiz fuerte y sabroso. El arroz se consume como plato esencial en combinación con numerosos alimentos. Hay una extensa variedad, por lo que merece la pena memorizar un repertorio de platos estándares que sepas que podrás comer y dejar un hueco en el estómago para las novedades culinarias. El dicho “donde fueres haz lo que vieres” es uno de los mejores consejos a la hora de viajar, sin embargo, muchos se llenan la boca al decirlo y pocos se la llenan de comida para probar y saborear sus especialidades. Adaptarse a su cultura culinaria hace que te integres y entiendas el por qué de las cosas. Los tailandeses, fieles madrugadores, se levantan a las 6.30 y desayunan su cuenco de arroz. ¡Por algo será, si lo probamos quizás lo entendamos! En muchas ocasiones, la realidad de un pueblo se refleja en lo que comen los nativos. De este modo, si nos atrevemos a comerlo será como un rito iniciativo a sus costumbres, a sus creencias y a su universo. Sea por curiosidad, por no hacer un feo a los anfitriones o simplemente por llenarnos la boca de chulería diciendo que has probado un insecto, valdría la pena hacer un esfuerzo.

Mangosteen fruit

Mangosteen fruit

Así que dejo por escrito algunas de las especialidades tailandesas para los más empáticos. Citamos el Phad Thai with Shrimp 50.-; Fried rice with chicken/vegetables 50.-; Fried Noodles 80.-; Rice Burger 24.-; Green Curry (prawns, beef, chicken and vegetable) 100.- o Tom Yum Gung (hot & sour prawns soup, famous Thai dish) 120.-. La cerveza nacional es la Chang 80.- y el mismo protagonismo lo tiene Heineken 80.-. Como postres tanto podemos repetir el arroz con Mango Sticky Rice como la variedad de frutas tropicales: papaya, durian, rambutan, jackfruit, mangosteen, piña, coconut, banana, entre las más populares.

El arroz se consume como plato esencial en combinación con numerosos alimentos

Aún así y sorprendentemente en contra de mis principios viajeros, debo reconocer que un día hice una parada “técnica” en el restaurante Barcelona Gaudí, propiedad de un catalán. Tortilla de patatas con morcilla de Burgos 100B y churros con chocolate 80B. Situado en la zona rica de la capital, Sukhumvit 23 y decorado con la máxima expresión catalana: fotos de Messi, cuadro de fango inscrito “A aquesta casa hi ha un català” y cajas de botellines de Estrella Damm. Encontré a un joven malagueño que vino de vacaciones y después se quedo durante 8 años y aquí sigue. No tiene la intención de regresar a España. Ha montado un par de negocios, uno de gafas de sol de madera y un segundo de exportación textil. Conversando, durante lo que duró la comida, tan solo pude sacar en claro dónde se encontraba el barrio rojo y la zona más exclusiva por la que frecuenta.

También se puede ir al típico restaurante tailandés donde serás atendido por una camarera – o eso creí -, con pestañas y uñas postizas, que se quedará plantada de pie hasta que decidas si tomar omelette, noodels o rice. En cualquiera de los dos establecimientos no es obligatorio dejar propina.

Adaptarse a su cultura culinaria hace que te integres y entiendas el porque de las cosas

Encontramos también los apetitosos puestos ambulantes, protagonistas de una subcultura culinaria con su presencia omnipresente en los callejones. Puedes probarlo, pero no abusar ya que el régimen de comidas irregular y los platos extraños y desconocedores podrían pasar factura. Eso sí, siempre beber agua embotellada, hasta al lavarse los dientes. Mucho cuidado con los deleitables zumos de frutas, ensaladas y frutas peladas. Con estos consejos tendrás total seguridad para probar una de las gastronomías, dícese, más exquisitas del mundo; sabrosa y picante, sin duda.

Hospitalidad de los autóctonos

Hospitalidad de los autóctonos

La población, su gente

Mejillas rosadas, labios y ojos tiznados de brillo, rostro empolvado de un blanco translucido y uñas de gel en color porcelana de extrema longitud. Algunas señoritas van -a su modo de ver- especialmente elegantes. Un sombrero de paja, enfundadas en faldas de topos hasta los tobillos y blusones con tonos claros y estridentes. Al lado de este elaborado outfit la mayoría de los trajes europeos habrían parecido simplones. Cabello de un negro intenso liso, muy liso. Menudas y delicadas. Presumidas como nadie y horteras a la vez. Todas parecen auténticos clones, con un caminar pausado y elegante. Su proceder es de una lentitud extrema. Se lo toman con toda la calma del mundo, quizás influenciados por el espíritu de la meditación.

Y los hombres, qué decir de ellos. Podemos encontrar hasta el tradicional con su más sincera humildad, hasta los conocidos y reales lady-boys. Hombres que falsifican ser mujeres pero que por el grosor de su brazo se puede deducir su verdadero sexo. Raya de los ojos perfilada y decorada con tres puntitos de henna en el rabillo. Los que todavía no han dado el paso a tal cambio, tienen una App en el móvil - y hablo con conocimiento de causa-, que haciéndose un selfie se retocan quitándose la barba y maquillándose para ver como quedarían. ¡Verdadera obsesión lo que tienen!

La hospitalidad es su fuerte. Saludan con una estudiada inclinación de cabeza, las palmas de las manos juntas y la boca congelada en el rictus de la sonrisa de estrella de cine. La amabilidad y la educación en las palabras se alarga con la vocal A. Según el sexo, Ka Pun KAA si eres mujer y Ka Pun KRAAP si eres hombre.

No entienden ni ‘papa’ de inglés, aún así cuando les intentas hablar sonríen con amable resignación. Con cierta dificultad y paciencia –ya que los tailandeses tampoco son dados a gesticular-, conseguí que me entendiera lo que estaba preguntando. Un hombre paisano de mediana edad ataviado con una camiseta inscrita con la frase “one shoot, one kill” se ofreció a hacerme de guía, for free, por la zona dorada de los templos, lo único que quería saber es como iríamos y a qué zona; costó pero conseguimos entendernos. Esto no es un mito, es una auténtica realidad. En Tailandia encontré en todo momento y lugar la hospitalidad más conmovedora y sincera. Quizás sienten cierta correspondencia con el ‘renacimiento’ budista. Sea como fuere la amabilidad de la gente hace hasta que estés a la defensiva. Lo quieren saber todo: dónde vas, qué estás buscando, en qué hotel estás alojada, cuánto me había costado el billete de España y otras decenas de preguntas que intentaba responder con la justa y necesaria información.

En Tailandia encontré en todo momento y lugar la hospitalidad más conmovedora y sincera

 

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